Nuestro organismo tiene ciertos mecanismos de defensa, que, en un momento dado, pueden volverse contra el mismo cuerpo. Te sorprenderá saber que la inflamación es la primera reacción del sistema inmunitario, después de detectar un patógeno, algo nocivo o un tejido dañado. ¿Y qué es la inflamación crónica de baja intensidad? ¿Cuáles son sus causas y qué efectos tiene el ejercicio sobre esta?
¿Qué es la inflamación crónica de baja intensidad?
La inflamación es una reacción rápida e intensa y que produce una dilatación de los vasos sanguíneos, mientras los hace más permeables a los glóbulos blancos. Esta dilatación provoca un aumento del torrente sanguíneo para aportar líquidos y células inmunitarias para atacar el patógeno. Todos estos mecanismos provocan una hinchazón que comprime los nervios y causan los cuatro síntomas fundamentales de la inflamación: enrojecimiento, calor, hinchazón y dolor.
Curiosamente, la palabra inflamación viene del latín inflammatio, y es un calco de la palabra griega empyresis (incendio, entrar en llamas). Cuando los griegos comenzaron a utilizar el término empyresis en medicina lo empleaban para describir una parte del cuerpo que está hinchada y caliente, como si tuviera una combustión interna.
Gracias a las nuevas tecnologías que miden cantidades minúsculas de proteínas que circulan el torrente sanguíneo, recientemente se ha descubierto que las citocinas son proteínas encargadas de regular la inflamación. Además, estas tecnologías han descubierto que, en las respuestas inflamatorias locales, intensas y de corta duración, las citocinas favorecen procesos de inflamación prolongados y apenas detectables por el cuerpo.
Por poner un ejemplo, es como si tuvieses un resfriado permanente, pero muy leve que no puedes percibir, pero que existe. Este fuego lento, constante y escondido, en lo que a hinchazón se refiere, es lo que daña los tejidos de los músculos, arterias, cerebro, riñones y otros órganos. Esto es a lo que llamamos inflamación crónica de baja intensidad.
¿Qué ocasiona la inflamación crónica de baja intensidad?
La inflamación crónica de baja intensidad está implicada en numerosas enfermedades no infecciosas asociadas con el envejecimiento. Aquí destacan las cardiopatías, la diabetes tipo 2, así como casi todas las afecciones médicas con el sufijo -itis, por ejemplo, artritis, entre otras muchas enfermedades. ¿Sabías que -itis es un sufijo que significa «inflamación»?
Cabe destacar que la inflamación crónica de baja intensidad es ocasionada por un exceso de grasas. En los adultos sanos y normales, la grasa representa entre un 10 y un 25 % del peso corporal. La mayoría de esta grasa, entre 90 y 95 %, es subcutánea; es decir, se almacena en zonas de debajo de la piel, en células llamadas adipocitos. El resto de la grasa permanece en las células situadas del interior y alrededor del vientre y órganos como el corazón, el hígado y los músculos.
Hay muchos términos para denominar a esta grasa, pero nosotros utilizaremos el de grasa abdominal. Esta grasa abdominal, en cantidad moderada, es normal y beneficiosa, ya que es un depósito de energía a corto plazo para aquellos momentos en los que necesitamos de forma rápida una gran cantidad de calorías.
Un porcentaje de grasa adecuado es saludable. ¿Y qué relación guardan la grasa y la inflamación? Debemos señalar que cuando el porcentaje de grasa es elevado, la grasa se convierte en un enemigo inflamatorio. Tenemos un número fijo de adipocitos y, cuando el porcentaje de grasa es razonable, el tamaño de los adipocitos es normal. Por otra parte, cuando existe mucha grasa que almacenar, los adipocitos aumentan de tamaño, como globos. Estos adipocitos hinchados atraen a los glóbulos blancos y se desencadena el proceso inflamatorio.
El efecto antiinflamatorio de la actividad física
La actividad física, en líneas generales, aporta grandes beneficios para el cuerpo. ¿Y cómo contribuye en la inflamación crónica de baja intensidad? El ejercicio evita y revierte la acumulación de lípidos en exceso, especialmente en la grasa abdominal. Como ya vimos, es una de las principales causas de inflamación y otros problemas.
Además, el ejercicio disminuye las concentraciones sanguíneas de colesterol no saludable, glucosa y lípidos. Estos contribuyen al endurecimiento de las arterias, mientras dañan las proteínas e impiden el buen funcionamiento del cuerpo.
Múltiples estudios, como el del Dallas Bed Rest and Training Study, demuestran que le ejercicio también mejora la actividad cardiovascular, reduce las concentraciones de adrenalina, noradrenalina y cortisol. Además, la actividad física acelera el metabolismo, fortalece los huesos y aporta muchos beneficios.
Hacer ejercicio no solo supone un gasto calórico considerable, sino que también representa un gran esfuerzo fisiológico al organismo. Cuando practicas ejercicio, el sistema nervioso simpático libera adrenalina, cortisol y otras hormonas relacionadas con el estrés. Cuando esto ocurre, se acelera el ritmo cardíaco y se movilizan las reservas energéticas.
Por su parte, los músculos, además de consumir calorías, bombean residuos, los cuales resultan perjudiciales para el organismo porque dañan el ADN y otras moléculas. No podemos pasar por alto el hecho de que los músculos pueden sufrir microdesgarres. Estos procesos serán todavía más intensos si el entrenamiento es de alta intensidad. Sin embargo, cuando dejas de hacer ejercicio, el cuerpo reacciona reparando el daño causado durante el ejercicio, así como parte del daño acumulado antes, cuando no se practicaba deporte.
¿Qué pasa con la inflamación cuando te ejercitas?
Durante el ejercicio, el cuerpo reacciona con una respuesta inflamatoria leve, seguida, una vez terminado el ejercicio, de una potente respuesta antiinflamatoria. Se producen abundantes y poderosos antioxidantes para eliminar las especies reactivas del oxígeno. A la vez, se activan otros procesos para que las células se deshagan de los residuos y reparen mutaciones del ADN y proteínas dañadas, se reemplazan y añaden mitocondrias, etcétera.
Todos estos procesos que ocurren en el cuerpo durante y después del entrenamiento, requieren un gasto calórico superior al habitual. Por eso es que, después del ejercicio, el metabolismo en reposo se mantiene durante un tiempo por encima de lo normal. Este proceso puede durar desde un par de horas y hasta dos días después del deporte. El tiempo depende de la intensidad y la duración de la práctica deportiva.
Todas estas respuestas hacen que las reparaciones, en muchos casos, vayan más allá de los daños que ocasiona el ejercicio. Así, también afectan a estructuras dañadas a lo largo del tiempo antes del ejercicio.
En conclusión, la actividad física estimula una leve inflamación, especialmente sobre todos los músculos, lo que, a la vez, genera una respuesta antiinflamatoria fuerte. Esta respuesta tiene un efecto a largo plazo que no solo repercute en los músculos, sino en otros órganos. Por lo tanto, las personas que practican deporte de forma habitual, suelen tener una menor inflamación basal. Además, el organismo produce más antioxidantes de los necesarios y se disminuye así el grado general de estrés oxidativo.